lunes, 10 de junio de 2013

Nada que temer

Hoy he tenido un pequeño rato para pensar y, como en algunas ocasiones, he terminado pensando sobre el miedo. El miedo puede que sea una de nuestras emociones más primitivas y, en lo que yo quiero centrarme, de las que más daño nos hacen tanto como individuo como colectivo.

Suelo preguntarme si es posible que tenga un exceso de miedo, que tengamos un exceso de miedo y siempre llego a la misma respuesta, sí. Pero claro, si tenemos un exceso de miedo es porque tememos a hechos que no deberíamos y, entonces, surge en mí la siguiente pregunta, ¿a qué deberíamos temer?. Personalmente he conseguido encuadrar todos mis miedos en cambios tanto materiales como sociales, es decir, que mis relaciones con las personas cambien, al menos aquellas que me gustan, que mi situación se torne diferente, por ejemplo que sufra un accidente y me quede tetrapléjico etc. De modo que temo, de manera resumida, a los cambios que no quiero que se produzcan. Hoy por hoy, firmaría seguir como estoy toda mi vida (que no para siempre). Entonces, se forma una idea, tiene sentido temer a los cambios que no deseo. Pero, es necesario acotar esto porque, por ejemplo, puedo temer sufrir un accidente de tráfico y morir. Sin embargo, esto no es práctico ya que, siendo consecuente con este pensamiento, debería dejar de conducir y así evitaría tanto mi miedo, como el posible accidente. ¿Que es práctico entonces?, ¿Qué es más lógico?, por seguir con el ejemplo anterior, podría temer ir conduciendo y sufrir un accidente de tráfico mientras yo cumplía todas las normas de correcta circulación, es decir, no siendo responsable del cambio que se produce. De esta manera aparece un temor más lógico, el individuo pone de su parte lo que puede para evitar su miedo, sin embargo, la opción del cambio, tanto para este ejemplo como para cualquier otro, siempre está ahí. Es por ello que aun así vuelvo a preguntarme: y bien, si yo tengo miedo de algo que no soy responsable ¿tiene sentido mi temor?, yo ya pongo de mi parte, no puedo hacer más. Pues bien, para mí entonces la respuesta es no, ese temor puede tener su razón de ser, pero no es un temor útil, no consigue nada más que "asfixiarnos". De modo que, como conclusión y en mi opinión, no son útiles y deben evitarse, aquellos temores procedentes de situaciones o como consecuencia de hechos frente a lo que hacemos todo lo posible por evitar, en otras palabras, en aquellos cambios de los que no somos responsables.

Esto no me ha contestado aún sobre a qué debo temer, pero sí a qué no debo temer. Pensando sobre esto llegó otra nueva idea y con ella los temores que son para mí lógicos, asumibles y, lo mejor de todo, evitables. A mí personalmente me parece que a lo único que debemos temer es a sufrir aquellos cambios que no deseamos y en los que no hicimos lo posible por evitarlos, es decir, aquellas situaciones que nos conducen a una situación que desearíamos evitar y que, cuando pudimos, no hicimos lo necesario. Es en esas situaciones cuando ya, tarde, tan solo nos queda lamentarnos.

De modo que, según todo esto, el único miedo asumible es aquel que podemos evitar esforzándonos por continuar con aquellas cosas que nos agradan de nuestra vida y trabajando por cambiar aquellas que no nos gustan hasta transformarlas en agradables.

Aproveché también para redactar unas palabras que ilustrasen un poco este razonamiento y, auqnue no es más que el trabajo de 10 minutos, las comparto aquí con vosotros:

"En pasillo oscuro, luz tenue esperanza arroja; como agua en río, como brote en yermo. Más si el terror abunda, como agua que desborda, como sol que abrasa; la luz se pierde, el agua no llega, el brote se marchita. Continúan pues vacíos, el pasillo, el río, el yermo, víctimas sin saberlo del miedo."

Hasta pronto¡